viernes, 11 de mayo de 2012

Ésta sí, ésta no...


Recientemente Richard Branson afirmaba que si España legalizara la marihuana, superaría su déficit. Si somos capaces de dejar a un lado todas las connotaciones que conlleva la palabra “droga” y nos detenemos a analizar sólo la consideración  social y legal que toda su diversidad presenta en la mayoría de sociedades occidentales actuales, seguramente nos demos cuenta de que hay algo que no “cuadra”.


Eso lo tienen todas en común. ¿Qué hace que café, bebidas "energéticas", tabaco y  alcohol sean drogas legales y el resto no? (a no ser que nos las recete un médico, que curiosamente entonces pasan a ser llamadas medicinas).

Y que conste que este texto no es un alegato a favor de la legalización/ilegalización de ningún tipo de droga. Sólo pretendo entender el porqué de la distinción.

Malas para la salud

Uno de los argumentos más usados para justificar por qué unas son “malas” y las otras no, es que las ilegales perjudican gravemente la salud e incluso pueden llegar a matar. Si echamos un vistazo a estos artículos, aunque sea únicamente a los titulares:


es obvio que esta premisa no es válida. Tanto legales como ilegales perjudican y matan. Puede que haya quien argumente que unas lo hacen de forma más intensa que las otras... no lo puedo desmentir, si hay alguien que me lo pueda demostrar, se lo agradeceré.

Mi opinión personal es que el peligro de las drogas no está en su uso. Bueno, con matices: a mí me venden los antihistamínicos de forma totalmente legal y sin receta, y si me pusiera al volante bajo sus efectos cuando me pega un ataque fuerte de alergia, sería igual de peligroso que hacerlo bajo los efectos de una cantidad relativamente elevada de marihuana (supongo (...)). El peligro, principalmente, está en su abuso. Y a mi parecer esto no está en función de la droga, sino más bien de quien la consume. Y esto me lleva al siguiente punto.

Adictivas

Éste es también otro de los argumentos mas recurrentes en el tema de la legalización. 

Como se ha definido al inicio, el efecto común y principal de todas las drogas es afectar al sistema nervioso central. Esto significa el inducirnos a la calma, evasión, alegría, excitación... En definitiva, hacernos alcanzar un estado anímico o mental que no somos capaces de alcanzar por nosotros mismos.

En consecuencia, existen ciertos grupos de riesgo que pueden ser susceptibles del abuso de este tipo de recursos:
  • Personas con baja autoestima/fortaleza psíquica.
  • Personas con alto desgaste energético o falta de sueño.
  • Personas con demasiado tiempo libre, falta de objetivos, ninguna responsabilidad y educación casi inexistente. (Por si alguien lo dudaba, me refiero a cualquier "ni-ni").
  • ...
Como en el apartado anterior ¿alguien puede demostrar que la adicción a una sustancia no depende en gran parte de quién la consume? 

Todo el mundo conoce o ha oído hablar de gente que no han dejado de fumar ni por su propia salud, ni por la de sus más allegados, o que lo han intentado pero han vuelto a recaer una y otra vez. 

Así que el tabaco, aunque está comprobado que es altamente adictivo (para según quién), sigue siendo legal. Cierto es que cada vez es más difícil encontrar sitios donde poder fumar (para mi goce y disfrute), pero legal al fín y al cabo.

Inmorales

Supongo que mi actitud             hacia las tradiciones y las formas de pensar no basadas en el razonamiento influyen en mi juicio al apostar por este motivo como el más probable para la diferenciación. Pero no voy a profundizar más en este aspecto, porque me daría para rellenar otra publicación entera.

Aún así me resulta increíblemente extraño que la moralidad se haya impuesto durante tanto tiempo al "poderoso caballero", con la importante cantidad de ingresos que supondría la legalización del resto de drogas.




viernes, 2 de marzo de 2012

Larga vida al Rey

Todo aquél que me conozca un poco sabrá de la admiración, muy probablemente rayante en lo obsesivo, que profeso por la figura del Doctor Gregory House. Pero a lo largo de mi vida he tenido varios "ídolos" televisivos que fueron "eclipsados" por la aparición de otros nuevos que, quizá, se adaptaban más a los nuevos intereses o aspiraciones que iba adquiriendo con la edad.

Los primeros que recuerdo son McGyver y Beakman (de "El mundo de Beakman"). Ellos me descubrieron la ciencia como algo cotidiano, interesante y útil, entre otras muchas cosas. Del primero, nunca se me olvidará el primer capítulo, en el que detiene una fuga de ácido sulfúrico con chocolatinas... Del segundo, el experimento explicativo de la energía cinética también perdurará muchísimo tiempo en mi cabeza ya que me salvó en un examen para el que el método "clavada de codos" no me ayudó lo más mínimo.


Tras ellos, la agente Dana Scully (de "Expediente X"), que intentaba refutar todos los mitos y conspiraciones de su paranoico compañero mediante el uso de la ciencia y la razón. Pero claro, si no se creaba cierta ambigüedad en la resolución de los casos, la serie no tenía "gancho". Parecía que a la pobre la tomaban siempre por "el pito del sereno" o incluso en ocasiones, que la "rara" era ella.

Después entró en escena (nunca mejor dicho) Gil Grissom (de "C.S.I. Las Vegas")  con su inexpugnable seriedad y ortodoxia científica radical como herramienta principal para resolver cualquier caso. Y además, al contrario que los anteriores, este personaje se presentaba explícitamente ateo, ya os podéis imaginar... Estuve muchos años dando la lata con su "La gente miente, las pruebas no".


Y tras unos cuantos años, cuando ya creía que había encontrado la horma de mi zapato, de repente apareció de la nada el Muy Excelentísimo Doctor Gregory House; que aportaba, además de todo lo bueno de su antecesor, ese punto de chulería, agresividad y autosuficiencia que a todos nos gustaría ser capaces de emplear con un mínimo de su maestría en determinadas ocasiones, y que tanto le faltaba a la figura del criminalista. Tan radicalmente racional, tan radicalmente ateo, valgan todas las redundancias incluidas en esta última frase.

Y aprendiendo de él (medicina lo que menos) he pasado los último ocho años. Puedo asegurar sin miedo a equivocarme que hay capítulos que he visto más de cincuenta veces. En la época en que estuve desempleado, que no tenía aún a ninguno de mis perricos (sí, "bautizados" todos en relación al Doctor) y que, por tanto, pasaba bastante tiempo encerrado en casa, raro era el día que el DVD no se pasara toda la mañana reproduciendo capítulos de la serie en modo "auto-repeat" para hacerme compañía mientras me buscaba ocupaciones para "pasar el tiempo". Cualquier momento era bueno para ver un capítulo.

Pero ya se sabe que toda historia tiene su final, y ésta no iba a ser menos. Tras toda la rumorología previa, los productores de la serie han emitido un comunicado en el que hacen oficial que esta octava temporada será la última. Pero al contrario que la mayoría, no lo hacen por falta de audiencia. Se marcha "por la puerta grande" batiendo records de audiencia y Records Guiness, por decisión de su protagonista principal, Hugh Laurie, siendo el actor de televisión mejor pagado. Será por que ya no le hace falta al hombre..., sólo espero que le den un final digno, si eso es posible.


Afortunadamente, House nos deja a un "sustituto" que, por lo que hemos podido ver hasta el momento, está totalmente a su altura: Sherlock. Y es lógico que esté a su altura porque, otra paradoja más, además de ser "sustituto", es el personaje en el que está inspirado el "sustituido". Si a eso le unimos la altísima calidad y cuidado en el detalle (como en casi todo lo que hacen) con que la BBC ha producido esta versión tan arriesgada, creo que la pérdida va a resultar menos dolorosa de lo temido.

De todas formas no lo iba a ser, porque en mi casa no habrá día que no se escuche algún "housismo" de boca del genial Doctor. Para eso llevo almacenando como oro en paño todos y cada uno de los capítulos, especiales, entrevistas, tomas falsas... desde el primer día. Una auténtica "frikada" en toda regla.

Sirva como mi personal homenaje y despedida la frase más característica y paradigmática del Gran Doctor Gregory House:

"TODO EL MUNDO MIENTE"



martes, 14 de febrero de 2012

El Carnaval eterno.

A propósito de la vuelta de los Carnavales y sus típicos disfraces y máscaras, me vino a la cabeza una película cuyo título erróneamente traducido al castellano fue "Increíble, pero falso" (la traducción literal sería algo así como "La invención de la mentira").

Para el que no la haya visto, el argumento trata de cómo reacciona un hombre al adquirir la capacidad de mentir, viviendo en una civilización en la que nunca ha existido dicha capacidad, y siendo el único que la posee.

La película ciertamente puede gustarte o no, o incluso puede que te parezca una chorrada. Lo que no se puede negar es que sería sumamente interesante estudiar el desarrollo real de una sociedad con esas características. Una sociedad llena de versiones extremas de "Houses" y "Sherlocks".

¿Se extinguiría el ser humano en poco tiempo al no aguantarnos los unos a los otros, o sería una sociedad muchísimo más estable al crearse y mantenerse únicamente las relaciones (de cualquier tipo) auténticamente sinceras? ¿Es sólo una utopía más?

Ya sea por educación, cautela, timidez o instinto de supervivencia ("si yo no te hago daño, tú no me harás daño"), cuando conocemos a alguien en el trabajo, "amigos de" o parejas potenciales, tendemos a "disfrazar" nuestra verdadera personalidad y/o forma de pensar. La calidad y pomposidad del disfraz ya depende de cada uno.

No obstante, un leve acercamiento a aquella utópica sociedad lo vivimos bastante a menudo en la nuestra. A medida que cogemos confianza con la persona (va a ser verdad que la confianza da asco), nos vamos sintiendo más cómodos y vamos quitándonos prendas del disfraz. Y claro, a cada pieza, un trozo más de nuestro verdadero yo que la otra persona conoce.

Si la progresión pasa desapercibida, ¡enhorabuena!, eres un@ de l@s poquísim@s afortunad@s en conseguir una relación prácticamente perfecta. Si perteneces al otro 99% (aprox.), hay que decidir.

La decisión es clara: disfraz o relación. Y también está claro que está en función de lo que nos importa la relación.

En los próximos días vamos a ver muchos disfraces, pero para algunos, el Carnaval es eterno.


sábado, 28 de enero de 2012

¿Es justo llamarlo justicia?


Hace años, durante un trayecto en coche conducido por otra persona, vi por el retrovisor que teníamos a uno de esos delincuentes que para hacerte saber que te quieren adelantar, se colocan a una distancia de tu vehículo directamente proporcional a su capacidad intelectual. Como estábamos adelantando por el carril más a la izquierda, y por si no se había dado cuenta, se lo comenté al conductor de nuestro vehículo, a lo que me espetó: "Yo voy a al límite de velocidad permitido, no tengo porqué apartarme". Como sólo me quedan algunos conocimientos básicos de las Leyes de Circulación y tampoco me llevaba muy bien con él, preferí dejarlo ahí.

Al día siguiente, mismo trayecto, conductor y acompañante. Pero esta vez la escena se produjo a la inversa. Estábamos detrás de otro vehículo que estaba adelantando y la última vez que miré el velocímetro pasaba sobradamente el límite permitido. Mi "compañero", por llamarlo de alguna manera, soltó entonces un retórico "¡¿a qué coño esperas para apartarte, capullo?!".

Sirva esta anécdota introductoria como ejemplo de que, en la mayoría de los casos, la gente juzga lo que está "bien o mal", o lo que es "correcto e incorrecto", de forma diferente según si son "los que quieren adelantar o los que van a ser adelantados".

El hecho de que su juicio esté en función del lado en que se encuentren indica, de forma inexorable, que no ha sido procesado usando la objetividad y/o imparcialidad.

Supongo que la mayoría estará de acuerdo conmigo en que cualquier individuo debería emitir sus juicios observando en todo momento esos dos principios. Esta premisa alcanzaría su máxima cuando el individuo ejerce la profesión de juez.

Explicado de una forma extremadamente simplificada, el Poder Legislativo que forman las Cortes Generales (el Congreso de los Diputados y el Senado), mediante los políticos elegidos por el pueblo (en un sistema democrático auténtico), acuerdan y crean unas leyes cuya transgresión el Poder Judicial (jueces y magistrados) se encarga de juzgar y condenar.

¿No sería entonces lógico asumir que, exisitiendo unas leyes establecidas, cualquiera que fuera el juez que dictara sentencia deberíamos obtener una misma conclusión?

Pues como todo el mundo lamentablemente sabe, no es así. Resulta que existen lo que se denominan jueces/magistrados de carácter progresista o conservador. No sólo existen, sino que son impasiblemente aceptados. ¿No son acaso ambos apelativos totalmente opuestos a lo que representa la objetividad y/o imparcialidad que anteriormente hemos supuesto a una persona con la profesión de Juez?

Está claro que el Poder Judicial sufre de corrupción crónica desde los cimientos, pero ¿quién va a juzgar a los jueces? ¿y a los jueces de los jueces?